Reparación - Sobre Químicos
Alegría, felicidad, placer, éxtasis.
Duda, temor, aversión, pánico.
Las sustancias danzan dentro nuestro y se disparan
mientras que algunas genes aplauden y otros se vuelven coléricos: jamás locos. Las proteínas suben y bajan
haciendo que los químicos desesperen por una solución. Finalmente hay un pacto
tácito, y se baja un telón que reza "El Show NO puede continuar".
Por supuesto, de los estudiosos y doctos que obran
para los perezosos y racionalistas, cito:
<<Todo
trauma puede encontrar su cura mediante la terapia y medicinas adecuadas>>
Solo olvidan que las más de las veces los químicos
exógenos son inútiles para hacer funcionar a una maquinaria interna
desencajada, que solo pueden mecanizarla, hacer que trabaje a un nivel cuasi
vegetal, que emule a la vida. Y si se ha detenido aún peor, porque seguramente
lo ha hecho por alguna razón inapelable, luego reiniciarla es un riesgo egomaníaco. Conste que estamos en la
cornisa de ese último fusible, el isquémico, el piadoso.
Para ejemplificar, valgámonos de la parábola del
disparo, donde alguien es alcanzado por un proyectil sin haber escuchado la
detonación; luego esa munición se interna en un lugar de su cuerpo, pongámosle
entre el colon y las tripas, y el sujeto siente algo como la picadura de un
bicho, o una fuerte quemazón, pero no le da importancia y sigue su paso porque
le es imperioso continuar; al cabo de un tiempo (relativo) va poniéndose más
pesado, su respiración se hace forzada y la visión se le ha vuelto borrosa,
luego descubre sorprendido que ha estado perdiendo sangre tanto hacia adentro
como a su vista, y que está pronto a desvanecerse, entonces se deja descansar,
el sueño lo envuelve y muere. En completa paz. Ahora rebobinamos al momento del
impacto y esa persona descubre que ha sido herida, desespera, entra en pánico,
corre a los gritos, alguien lo carga y lo lleva a una asistencia cercana, ahí
un enfermero de guardia intenta erróneamente socorrerlo tratando de extraerle
la bala, inconsciente de que el herido igual va a morir; como no cuenta con los
medios adecuados acaba por someterlo a una tortura tan innecesaria como
evitable, y el herido muere entre gemidos de dolor.
Entonces, porque sé de lo inútil del 100% de las
discusiones con fanáticos, me inclino por conversar conmigo; y es algo que
pocas veces llega a ser un monólogo, ya que mi ejercicio se basa en preguntas y
respuestas.
Así viene a mi mente una frase que no sé dónde
escuché o leí:
Somos la suma
de todos nuestros recuerdos.
Me pregunto si también aquellos remodelados, que
tal vez constituyan a la totalidad de nuestras memorias.
Es ahí que vuelven a aparecer frente a mí aquellos
expedientes llenos de polvo, impresos en papel continuo por una matriz de
puntos:
<<Estamos
frente a un caso enmarcado en el primer grupo de las posibilidades extremas, y sin
más medicinas que las que su propio sistema le supo proporcionar>>
Lo vi cien, mil, tropecientas veces.
<<Tan
pronto como se hizo consciente de sus emociones reprimidas mediante la
sublimación de la tragedia al revivir su recuerdo, el paciente se liberó de esa
carga que lo había acompañado como un duelo jamás cumplido>>
¿Realmente creyeron que es algo tan sencillo?
Entonces sus egos deben medirse en eones.
De paso: qué aburridos me suenan, por Dios.
Adelante:
<<Sin
haber llegado a convertirse en una patología concreta, el sujeto enmarcó su
carácter condicionando sus acciones de una manera que a él le costara
comprender, pero, como vimos, haber cargado por mucho con una bomba de tiempo
desconocido y consecuencias fortuitas, fue un riesgo tanto para sí cuanto para
sus próximos>>
Pienso en aquellos libros de texto de mis años de
estudiante, y enfrento ese sentimiento de vacío, desasosiego, banalidad y
desprecio, con mis primeras impresiones junto a la literatura y el cine, donde
lo científicamente comprobable es de quinto orden o sencillamente innecesario,
porque lo sensible es lo primordial, la pregunta de la pregunta a la pregunta.
Y me prevengo de cualquier racionalista de biblioteca anunciando que mi
empirismo es patológico.
<<Así
cada vez que se preguntaba por el progresivo desmembramiento de su familia, su
carácter de adolescente violento o sus movimientos intempestivos, no tenía a
qué ligarlo, privado de esa punta del iceberg. Su terapeuta nos ha contado que
se vio en la misma encrucijada, pero que jamás llegó a descubrir un hecho
determinante>>
(¿Nunca se les ocurrió pensar que tal vez ese hecho
no fuera parte de su historia personal? La
pucha, digo.)
<<Por
eso no se puede aseverar nada; solo le importó que ya era capaz de ver
nuevamente por sus ojos, y que la remoción de ese peso que lo había mantenido
en suspenso reconocía una flamante y desconocida armonía. Y desde esa nueva paz
ahora observa como (...)>>
(ruidos ahí afuera, donde no tengo dominio)
Quisiera poder verlo una vez más...
(el ruido ya es más notable, se acerca)
... tal vez algún día encuentre el camino y consiga
que él me lo cuente todo...
(suena como papel abollándose o un trillón de
cucarachas entre cartones resecos)
... pero es que una parte de él se ha quedado para
siempre en ese sitio que le dio alguna vez contento; de alguna manera que soy
incapaz de explicar, ha llegado, igual que yo, hasta el campo abierto, allá al
final del bosque; ese lugar desde donde pueden moldearse tiempo, espacio e
historia a placer, volviéndose un avatar de sí para el plano consciente...
(se cuela por cada resquicio)
... ahora más que nunca, deberá a estar preparado
para cuando los planos se rocen, algo tan impredecible como la reacción de un
Dios vindicativo al descontento...
(lo invade todo)
... sé muy bien cómo es eso.
Y cuándo detenerme.
fin de la transmisión, ruido blanco
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