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Mostrando las entradas de 2024

Tres relatos brevísimos de adolescente

 MI TIEMPO La máquina ya estaba lista. Pero llamar máquina a ese medio que hacía admisible una regresión en el tiempo era una expresión poco feliz, más cuando, a la vista, no había parte alguna que fuera manejable ni que pudiera aislarse de un todo adolescente de palancas, botones o costuras. Aunque bien podía decir que subjetivamente era una máquina, al simple hecho de su función. Harto de miserias y golpes bajos había decidido retornar a aquellos días en que recodaba haber sido feliz por algún momento. En sí, la preparación fue el momento más tedioso. Una serie de procedimientos endo/exógenos para ligarme a ese todo como una parte más e indivisible; ajuste micrométrico de parámetros que debían ser exactos (no hubiera querido abrir mis ojos dentro de un sólido, no) y, lo más complejo, perfecta y absoluta concentración: la mente limpia y concentrada en un solo objeto o imagen de mi conciencia, para luego salir del trance y descubrir que ya había transcurrido, y que eso-máquina ya n...

Relatos Infantiles 1 - Retrato del Antihéroe I, II y III

I   Entre todos ––y excluyo a la profesora–– conformamos un curso de aproximadamente quince chicos que rondamos entre los veinte y treinta años. Siete nos , igual número de ellas y Claudia. Yo soy yo y no estoy interesado en lo más mínimo en esa forma de Expresión Corporal que a mi entender ––vanamente autoestimado superior al del resto–– debe ser abordada de otra forma. Y no me cabe una sola duda: todos han tomado esta materia obligada como un puente para gancho y levante , y las actividades que hacemos son tan   superficiales que parecen estar enfocadas para que esa sea la resultante. Luego es lógico pensar en que mi actitud ya amerite un reprobado en mayúsculas. No les voy a dar el gusto. Entonces comienzo a fingir. Primero histriónico hasta la tragedia, después un perfecto y abandonado contorsionista sin alma para, en la cima de mi acto, hacer un giro elíptico hacia el carácter de un monje, dejando perplejos a todos. No me extraña entonces el sobresaliente ...

El Culo de Buenos Aires

 Siempre supe que estaba ahí. Nunca lo vi de esta manera. Es un paralelepípedo que casi se vuelve triángulo. Pero, a ver: ... estaba esperando por mi medicación y me cansé mal, luego salí a caminar y lo encontré: es ahí, donde el puente cierra lo que es el gigantesco cementerio. Hice tres fotos. Ninguna salió. Hay demasiadas cosas que sigo sin entender.

Reparación - Final - La Reparación

  El tren abandonaba el casco urbano, dejando atrás el amanecer de Abel de cara al mar, su regreso al departamento entrada la mañana y la sorpresa semidormida de Pablo mientras lo veía quemar una por una todas las notas y el sobre. Inesperadamente había decidido negarle la verdad a su amigo, inventando vagas e inconexas explicaciones sobre su desaparición por más de un día entero; historias dignas de ser guionadas para un film comercial. Luego un emotivo reencuentro telefónico con Celina, y un almuerzo final, de despedida. La próxima vez que vengas avisame así me voy a Nigeria . Ahora el paisaje, en un postrero esfuerzo de contrastes, está intentando en vano atrapar, una vez más, su atención. Pero esta vez no hay ritmo alguno en sus auriculares, tampoco un acontecimiento determinante que someta a sus pensamientos. No bien se hubo acomodado en su asiento y ante la mirada algo sorprendida de alguno que le prestaba su atención, sacó del bolsillo de su campera el mini grabado...

Reparación - Última Parte

  ––Yo nunca estuve en este departamento. Tan pronto tuvo la seguridad de que sus palabras no se quedaran en su garganta, con voz forzada y monocorde agregó: ––¿Pero.... no entienden que yo estaba confundido? Y la charada vuelve a repetirse ahora, de regreso en la estación de policía, después de un viaje en que su interpretación del autista aturdido había sido brillante. Abel, por enésima vez, se desdice de todo su cuento y, como puede, trata de hacer entrar en razón a aquellos policías que no llegan a comprender por qué ahora tampoco quiere firmar su declaración. Y se siente peligrosamente tentado a reír. ––Sí, ¡y mi abuelita tenía un monedero! El que parece que no entiende sos vos. El comisario ya ha perdido la paciencia, hace un buen rato. ––Puede ser que estés más loco que una cabra pero sí o sí necesitamos de tu historia... ¿no te das cuenta? ... hace más de un año que les andamos atrás... ¡y lo único que tenemos en la mano es tu remaldita historia de mierda!....